Viaje a los futuros chilangos expone que nuestro destino no está decidido, sino que con trabajo, análisis y voluntad nos puede ir mejor.
El ADN de Chilango es cambiante, ha buscado formas y avatares a lo largo de los 20 años que tiene de vida. El cambio y la experimentación son parte fundamental de la esencia de la revista y para celebrar dos décadas de existencia, tocó imaginar cómo serán los futuros de Ciudad de México, en colaboración con CENTRO diseño cine televisión.
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¿Cómo se describe el futuro?
No hay una bola mágica, los expertos reunidos para darle forma al reportaje Viaje a los futuros chilangos, de la edición impresa de diciembre de 2023, no tienen el propósito de hacer predicciones, más bien de imaginar, a través del método género del proceso prospectivo, desarrollado por Joseph Voros, cuatro escenarios de a dónde vamos.
María Mercedes Baltazar, socia fundadora de la Consultoría Meraki; Amalia Vázquez, Design and Futures Researcher; Karla Paniagua, antropóloga visual y directora del programa de Estudios de Futuros en la Universidad CENTRO, y Eduardo El Pocas Peñafiel, Founder & Director de 5upply, hicieron este ejercicio imaginativo.
Se unieron el ilustrador Adrián Pérez-Acosta y Jorge Camacho, profesor de la Maestría en Estudios de Diseño y de la Especialidad en Diseño del Mañana. Este equipo multidisciplinario siguió la metodología propuesta por el Institute for the Future (IFTF), en la que la clave es mirar al pasado.
El ejercicio evoca al ayer, el doble de tiempo del que se quiere mirar hacia el futuro, es decir, analizaron 40 años atrás para poder trazar el cuarteto de posibles sucesos que darán forma al mañana de CDMX, en 20 años. Lo mismo con sus mejores deseos y esperanzas, que con los miedos más profundos de una era que llegaría al colapso.
Las tendencias no fueron fuentes para generar las señales que dieron paso a los posibles destinos de la capital del país porque los investigadores tienen claro que son situaciones del hoy, que cambian conforme la atención de quienes las generan. Tampoco lo fue la Inteligencia Artificial, aunque sí se le consideró como parte de las historias contadas.
Lo riguroso de este estudio, sin ser aburrido, se basó en la proximidad; aunque sí se observaron y de pronto se subieron al “tren del mame”, fue con entrevistas a la gente, el ver sus entornos, analizar el crecimiento económico, demográfico y los factores sociales, con los que los expertos formaron estas potenciales direcciones del destino.
A través de los puntos y señales de cambio que están sucediendo en el mundo se generaron estas hipótesis, que pueden ser transformadas por las fuerzas de disrupción, pero también por cosas tan cotidianas como la educación, la igualdad, la seguridad o el cambio climático.
En el modelo de trabajo ideado por Jim Dator, la creación de los cuatro futuros se planteó con el mismo número de arquetipos: crecimiento económico, progreso, colapso y disciplina. A partir de narrativas se fueron construyendo escenarios que muestran la búsqueda de balance vecinal, la apropiación asiática del Centro Histórico y más.
¿El futuro se puede cambiar?
Algo que los investigadores tienen seguro es que no son los Nostradamus modernos, no hacen profecías, sino plantean las posibilidades de lo que puede ser, a partir de lo que pasó o de lo que está sucediendo, con algo en mente muy directo: ¡el futuro sí se puede cambiar!
Esta investigación tiene un propósito de generar conversación, reflexiones que potencien la curiosidad en los lectores y de todo aquel que se acerque al estudio, ya que al dar seguimiento a estos planteamientos, se pueden generar estrategias para protegerse de posibles situaciones negativas o alcanzar un futuro mejor.
El llamado es a la acción, a aprovechar estas previsiones que quieren hacer sentir cosas a quienes las lean porque están llenas de pasión, ganas de aprender y de compartir conocimientos, con el fin de comprender —como expresó Ricardo Arjona— que “el futuro es verbo y no sustantivo”. No es algo que pasa, sino que se crea.
Con el análisis de los detonadores del cambio se descubrió que hay un sinfín de posibilidades, no son una máquina para ver el futuro, sino dejan saber cuáles son los escenarios, posibles e imposibles al mismo tiempo, en CDMX. Con esa paradoja, en lugar de esconder la cabeza en el suelo (como hacen los avestruces), hay que moverse.
Si no se puede evitar una tragedia, hay que trabajar y prepararse para que sea menos dolorosa. Ese llamado a hacer algo debe ser el pilar del presente, para alcanzar un desarrollo de la capacidad política (no en el ámbito gubernamental, sino en el aspecto más amplio del concepto) para cambiar y diseñar un futuro y mundo mejor para todos.
A este reportaje de profundo estudio se unió el complemento perfecto de Analía Ferreyra Carreres y Gabriela Damián Miravete, Ingredientes para el futuro, en el que a través de la ciencia ficción realizaron una exploración literaria de los posibles futuros chilangos. Los textos están disponibles en la edición de diciembre de 2023 de Chilango.
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