Arturo Estrada: Arte tejida en seda


Símbolo de identidad nacional y expresión de la mujer mexicana, Arturo Estrada descubrió que el rebozo es más que una prenda de uso doméstico y cotidiano. En su visión de maestro y artesano, es un lienzo tejido a base de sus sueños, utopías y experiencias de vida: un atardecer, la aurora boreal, el carnaval, el sol, el luto, la novia o la mortaja han inspirado el diseño de sus rebozos en 31 años de trayectoria

Mayor importancia que el proceso técnico, Arturo Estrada valora cada entrelazado de hilo como una manifestación de alegría, miedo, felicidad, tragedia y pasión. Sus rebozos son una parte de él mismo, y a menudo, le duele desprenderse de una de sus creaciones. 

Por su oficio ha recibido más de 20 premios y reconocimientos. Entre ellos destaca el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Artes y Tradiciones Populares en 2001 y el primer lugar en el Concurso Nacional del Rebozo en 2004.  

Después de tantas vivencias, este artista potosino ha elevado una prenda utilitaria y doméstica a una obra de arte elegante y sofisticada. A través de sus manos, el rebozo mexicano ha recorrido países de todo el mundo para llevar consigo raíces ancestrales y contemporáneas en cada hebra.

Nada ha sido planeado, solo he trabajado, por qué es mi único trabajo. Con mucho respeto, dedicación, y principalmente amor e incertidumbre de ver el resultado terminado, cortarlo y pensar que nos depara este proyecto”, abundó. 

El encanto del cabello de ángel 

Arturo Estrada comenzó su vida como artesano en 1980. De niño, observó a su madre usar rebozo en sus quehaceres diarios de Santa María del Río. Era de algodón, pero no estaba confeccionado en su pueblo ni era hecho en telar de cintura.   

Al inscribirse a la escuela del rebozo, supo que había de diversos materiales, como la seda, que parecía destinada solo a aquellos con recursos económicos considerables. 

Lo que más le cautivó de este material, confiesa, es que se asemejaba a “cabello de ángel”. La primera vez que la tuvo entre sus manos sintió la textura de un hilo fino, delgado y cortante; con un brillo mate y una suavidad que merecía todo aquello que había escuchado. 

Diseñar un rebozo a base de este material era retador, desafiante y hasta cierto punto imposible; hecho solo para tejedores expertos y una aspiración para los aprendices en el oficio.  Los aprendices, como Arturo, tenían que empezar desde cero, en el telar de cintura y la artisela, demostrando sus habilidades para después aventurarse a procesos más complejos con el hilo más fino del mundo.

Su primera y mayor experiencia, relata, fue cuando se le encomendaron 200 gramos de seda para tejer un rebozo tradicional de flechas. Para Arturo Estrada fue un punto de no retorno, pues se planteó la meta de confeccionar la seda hasta crear su propia marca personal: la innovación. 

Así llegaron los galardones a modo de modestos quintos lugares hasta avanzar a menciones más destacadas. Después llegaron las invitaciones para exponer sus piezas como obras de arte en museos y galerías de México, Canadá, Inglaterra, España, Indonesia y Estados Unidos.  

Solo soñaba y pensaba que quería hacer rebozos de seda, era mi realización personal y un sustento mayor que apoyaba al gasto familiar”, explica.

Innovación a lo natural, la marca de Arturo Estrada

Insatisfecho con diseños tradicionalistas y convencionales; Arturo aspiró a la diversificación de prendas auténticas sin alterar la historia y significado cultural que estas representan. 

La singularidad de sus piezas no se limitó en el tejido y en el diseño con la técnica de la IKAT (patrones sobre textiles), sino que también enriqueció su estilo al agregar tintes naturales como la grana cochinilla, el añil, líquenes, nogal, cáscara de coco y otros.

El camino a la innovación no fue fácil. En su proceso creativo fue acusado de abandonar el legado tradicional tanto por otros artesanos como por funcionarios gubernamentales. Lo que en realidad pretendía, afirma, era transmitir su esencia en cada producto y ofrecer una mayor variedad a la oferta existente. 

Todos los tejedores eran tradicionalistas y reservistas. No quería ser uno más, ni pasarme el resto de mi vida haciendo lo mismo que todos, que ya era perfecto, ya lo habían perfeccionado, sentía que ya no había crecimiento y hasta cierto punto nos estancamos en lo mismo”, explicó. 

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