¿Alguna vez te has preguntado cómo sería nuestra vida sin la capacidad de sentir, de interpretar y darle un lugar a la información que nos llega del mundo exterior e interior, de prestar atención y de retener y recordar no sólo información, sino también sensaciones, emociones y habilidades?
Algunos alumnos de primer semestre de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Panamericana campus Aguascalientes, quienes cursan la materia de “Procesos psicológicos básicos” nos comparten sus diversas reflexiones al respecto.
Sergio Alberto Lara Gómez
“Un día en nuestras vidas no es más que un murmullo del viento que viaja constantemente en nuestros pulmones, sin detenerse, sin pausas, solo fluye de forma uniforme hasta que estos dejan de funcionar, por lo que al final de tu vida, cuando ya no queda más que pensar o hacer, uno no hace más que preguntarse… ¿realmente viví? Pero ahora, ¿qué pasaría si dejáramos de hacer todo esto que consideramos totalmente normal y automático en nuestras vidas? Si dejáramos de aprender, sensibilizar, observar, y analizar nuestro entorno, nuestros comportamientos, actitudes y todo lo que pasa a nuestro alrededor. Ese día no sería un día normal, sería uno de esos días que simplemente parecería que no existiera, como un parpadeo que viajaría de una forma un tanto irregular, como entrar a un estado de coma del cual no será posible despertar de ninguna forma…”, comenta.
Ana Esperanza Oropeza Trejo
“Imagina el despertar un día, un día como cualquier otro, a excepción que no sabes quién eres, dónde estas, por qué existes. Antes de poder angustiarse por dichas cuestiones, si es que llegas a angustiarse por ellas del todo, primero debes preocuparte por la falta de oxígeno, debes respirar, ¿cómo es que se respiraba?. El simple hecho de imaginar despertar en tal situación es complicado, si realmente olvidásemos todo conocimiento con el que contamos, como despertar, respirar, caminar, hablar. Todo aquello que consideramos algo perfectamente natural, se convertiría en un reto. Fuera de las necesidades fisiológicas, olvidaríamos nuestro idioma, nuestra identidad, nuestra comunidad…”, expresa.
Agustín Domínguez Barrios
“Entonces sin darme cuenta empiezo mi mañana en piloto automático, y después por la tarde, todo lo que pude hacer en la mañana no sucedió y nada de detalles importantes como aprovechar la mañana leyendo, o haciendo deporte, pero los detalles pequeños, los detalles que hacen que aproveche mis mañanas y me dé cuenta que estoy vivo, esas cosas como; un cafecito mañanero, respirar hondo al aire libre, ir parque, subir árboles, en mis audífonos escuchar canciones de la orquesta del alcohol y jacinto, también compartir risas con mis amigos y sonrisas con mi familia: pareciera que no sucedieron. Todo lo que pasó de alguna manera fue en blanco y negro, no se sintió ni un sentimiento, no logré conectar con el mundo que me rodea, fue vivir sin sentir esa mañana, me pregunté: ¿vivir sin sentir es vida?”, cuestiona.
Uriel Martínez Hernández
“Hace algún tiempo ya que las cosas comienzan a tener otro matiz, con los años la realidad ha cambiado, la posibilidad de seguir aprendiendo entre más pasan los años se va limitando, el tiempo ya no corre con la misma prisa, las personas no tienen el mismo rostro, me parecen cada vez más desconocidos, más lejanos y distantes. En ocasiones ellos se desesperan, tal vez, no comprende la situación en la que me encuentro, pensarán que son comportamientos de la edad en los que me escudo para reaccionar en ocasiones de manera inadecuada, pero no es así. Esta situación puede parecer trágica, pero solo es consecuencia de una enfermedad que en vagos momentos recuerdo que me han dicho; no estoy totalmente seguro, pero dicen que se llama Alzheimer” (Crónicas de una persona con Alzheimer), relata.