Conoce algunas de las leyendas detrás del Museo de la Ciudad de México, uno de los edificios con mayor antigüedad en la capital.
El Museo de la Ciudad de México es un espacio lleno de historia y cultura que resguarda algunas leyendas que seguro no imaginas. El inmueble tuvo distintos usos a lo largo de su vida. Comenzó como un palacio virreinal del siglo XVI, pero tras la llegada del México independiente, el lugar se convirtió en vecindad.
Después de ser ocupado por familias y hasta comerciantes, a finales de 1964 fue transformado en un museo. Desde aquel entonces, el recinto cultural ha recibido distintas exhibiciones temporales pertenecientes a toda clase de disciplinas artísticas.
Al ser uno de los edificios con mayor antigüedad en la capital, existen un par de leyendas acerca de dos de sus elementos ‘decorativos’ más importantes. Una nace desde la época prehispánica, mientras que la otra se relaciona con un amor prohibido. Aquí te contamos todo sobre las historias detrás de algunos elementos del inmueble.
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La serpiente del Museo de la Ciudad de México
Si eres observador, seguro has notado que al exterior del museo se encuentra una imponente cabeza de serpiente. Así es, justo en la esquina entre Pino Suárez y República del Salvador, hallarás un ejemplar de este símbolo de la civilización mexica.
Cuando Hernán Cortés repartió los terrenos cercanos al Templo Mayor, le regaló uno a Juan Gutiérrez Altamirano, uno de sus consejeros más leales. Más tarde, su hijo contrajo nupcias con una nieta del Virrey y el lugar se convirtió en el Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya. A finales del siglo XVIII, el inmueble fue remodelado por Francisco Guerrero y Torres.
Se dice que, durante la reconstrucción, la serpiente fue descubierta. Contrario a lo que pasó con muchas obras de los mexicas, esta figura de lo que pudo haber sido uno de sus templos, permaneció intacta. Algunos especulan que la razón de esto es porque la cabeza de este mítico ser parece estar saliendo directamente del Mictlán.
Por ello, los españoles decidieron no manipular la estatua y evitarse problemas con lo que sea que se encontrara en el inframundo. Hoy en día, la serpiente parece seguir vigilando o quizá protegiendo a los citadinos que caminan sobre lo que en algún momento fue el punto más importante de Tenochtitlán.
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La leyenda de un amor prohibido
Uno de los elementos más bellos al interior de este recinto cultural es una fuente de cantera. Dicha pieza está ubicada en el patio principal del ahora museo y está vinculada al corazón roto de una joven de la época colonial.
Dicen por ahí que los famosos Condes de Santiago de Calimaya tuvieron una hermosa hija a la que amaban profundamente. Cuando se convirtió en mujer, conoció al hijo de uno los sirvientes de su familia y quedó enamorada de él.
No obstante, y ante los ojos de sus padres, una relación así era inconcebible. El muchacho no solo era pobre, sino mestizo. Aún así, ella no pudo evitar mantenerse fiel a sus sentimientos y no se alejó de su media naranja.
El chismecito de este amor prohibido llegó a oídos del Virrey, quien mandó a golpear de forma brutal a su enamorado. A partir de ese incidente, la joven nunca lo volvió a ver y cayó en una profunda depresión. La tristeza la enfermó y eventualmente, falleció.
Su padre se sintió culpable de lo sucedido, por lo que en su honor mandó a construir una fuente decorada con una nereida tocando la guitarra. Sin embargo, esto no le permitió estar en calma como esperaba.
Cuenta la leyenda que todas las noches el hombre veía a la sirena cobrar vida y llorar igual que su hija. Así intentaba robarle el sueño a quienes acabaron con su felicidad. Finalmente, la fuente se secó un día y los lamentos terminaron. Tal vez, si escuchas atentamente, aún puedas oírlos.
Éstas son las dos leyendas que forman parte del Museo de la Ciudad de México. La próxima vez que te des un rol por el Centro Histórico, visita este valioso recinto cultural y conoce las piezas que protagonizan estos relatos.
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